Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1418
Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 2 de julio de 1890
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica a los Sres. Martos
Número y páginas del Diario de Sesiones: 201, 6727-6729
Tema: Amnistía por delitos políticos

El Sr. Martos, tratando de una cosa que en su opinión y en la de todos está por encima de los intereses y de los partidos políticos, y necesitando para realizar su empresa de todos, no quería atacar a ninguno, y sin embargo ha acabado su discurso combatiendo al Gobierno y al partido liberal en tales términos, que ha declarado a éste incapacitado para continuar siendo partido gobernante, y al Gobierno incapacitado para seguir en el Poder. Pues el señor Martos se habrá podido convencer esta tarde de la inexactitud de su argumento y del error de sus propósitos, porque con las palabras elocuentes del señor general López Domínguez, palabras que yo, en nombre del partido liberal y del país, agradezco con toda mi alma, habrá podido convencerse de que si el partido liberal ha sufrido desprendimientos lamentables, ha tenido también adquisiciones tan importantes como los desprendimientos que tuviera, y que hoy, ¡cosa singular y extraña, no sólo en este país, sino en todos los regidos constitucionalmente! el partido liberal presenta unas huestes tan numerosas, tan fuertes y tan enteras como cuando empezó a gobernar hace cerca de cinco años, después de haber realizado el programa más importante que se ha realizado en este país. (Aplausos).

Tiene, es verdad, que lamentar el partido liberal desprendimientos tan importantes como el del señor Martos, desgracia que tiene su compensación en que, si S.S. se fue con sus grandes talentos, con sus muchos merecimientos y con sus extraordinarios servicios, afortunadamente, y ésta es la compensación, no se llevó la escuela que S.S. representaba, porque la escuela que S.S. representaba está dentro del partido liberal.

Si el partido liberal ha tenido el desprendimiento de la personalidad importante de S.S. y de algunos de los amigos que le acompañan, en cambio ha tenido otras adquisiciones que me parece qua por lo menos compensan el sentimiento que nos haya producido la partida de S.S.

Conste, pues, que el partido liberal, desde este punto de vista, no está incapacitado para seguir gobernando; al contrario, tiene hoy más capacidad para seguir gobernando que tenía cuando subió al poder, porque, no sólo puede presentar las mismas fuerzas, sino que puede alegar el gran servicio de haber cumplido honradamente todos sus compromisos y haber realizado todo su programa, cumplimiento y realización que pudieron quitarle algunas fuerzas cuando todavía no habían tenido lugar esa realización y ese cumplimiento. Así, por ejemplo, el señor López Domínguez no nos prestaba su valioso apoyo porque dudaba de que el partido liberal, al menos dirigido por mí, pudiera realizar su programa. Lo ha cumplido; acaba de realizarlo; está tan unido y tan compacto como estaba cuando entró en el Poder: ¿Por qué no ha de seguir gobernando; qué motivo hay para que no gobierne?

Decía el Sr. Martos: es que el partido liberal está gobernando interinamente hace seis meses. Pues yo debo decir a S.S. que si hubiera sabido que gobernaba interinamente, no habría gobernado. Añadía S.S.: "Que hace seis meses se demostró que la Reina [6727] Regente quería cambiar de Gobierno y de dirección. También tengo que; decir al Sr. Martos que no fue esa la significación de la crisis de hace seis meses. La he explicado en otra parte; y para convencer al señor Martos del error en que está, tengo que repetir lo que en otra parte he dicho.

El partido liberal no tenía dificultad alguna para seguir gobernando, tal como estaba constituido, a pesar de los lamentables desprendimientos que había sufrido; pero como todos sentíamos tanto esos desprendimientos, para hacerlos desaparecer sonó con grato sonido en los oídos de todos la idea del restablecimiento del partido liberal para presentar los mismos horizontes, las mismas líneas de batalla que tenía cuando aceptó el Poder.

Yo, aprovechando la crisis iniciada por dos Ministros, propuse que se generalizara a todo el Gobierno, a fin de ver si era posible buscar una combinación de tal naturaleza que diera por resultado el restablecimiento del partido liberal. Mis compañeros aceptaron mi propuesta, y yo tuve la honra de presentar su dimisión de todo el Ministerio a S. M. la Reina, diciéndole: "Señora, el partido liberal, tal como está constituido, puede seguir gobernando y puede resolver pronto y fácilmente todas las dificultades; pero se me hace responsable de que ciertos elementos desprendidos no vuelvan al partido liberal; yo no quiero pasar por esa responsabilidad, y vengo a rogar a V. M. que acepte la dimisión de todo el Ministerio, para ver si se constituye uno de conciliación".

Su Majestad tuvo la bondad de aceptar mi consejo, y me encargó la formación de ese Ministerio de conciliación.

Procuré hacerla, pero no lo pude realizar, y no habiéndolo, realizado, volví a S. M. y le dije. "Señora, no he podido formar el Ministerio de conciliación; yo podría continuar gobernando sin dificultad ninguna con un Ministerio como el anterior; pero no quiero que se diga que exclusivamente yo quiero hacer la conciliación; y siendo conveniente ésta, bueno es que se procure saber si hay alguien que pueda realizar lo que yo no he tenido la fortuna de conseguir". En efecto, entonces S. M. la Reina tuvo la dignación de llamar al digno Presidente de esta Cámara, mi muy querido amigo el Sr. Alonso Martínez, y encargarle la formación de un Ministerio de conciliación. Por las mismas dificultades que tuve yo, no lo pudo realizar el Sr. Alonso Martínez; y entonces S. M. volvió a encargarme que formara un Ministerio como pudiera, con el mismo carácter que tenía el Ministerio anterior. ¿Dónde hay aquí interinidad? ¿Es que consistía la interinidad?

Lo que hubo fue que yo quise modificar el Ministerio en beneficio de la conciliación; ni más ni menos; porque para continuar gobernando no la necesitaba, aun cuando yo realmente la deseara con ansia; porque era sin duda muy conveniente; pero en fin, no la necesitaba, repito, para continuar gobernando, hasta el punto de que sin la conciliación, hemos venido a cumplir el programa del partido liberal. No había, pues, nada interino: aquella crisis concluyó en virtud de la formación de un Gobierno con las circunstancias de permanencia que puede tener cualquier otro Gobierno.

No hay, pues, motivo ninguno para que el señor Martos crea que el partido liberal no puede continuar en el poder y para que suponga que la crisis ha subsistido por espacio de seis meses, durante los cuales el partido liberal y su Gobierno han resuelto los problemas más importantes y más difíciles de la política de su país. ¡Fortuna de un Gobierno interino, fortuna grande! Porque suelen esos problemas encomendarse a Gobiernos permanentes, a Gobiernos grandes, a Ministerios de importancia.

Pues bien; este Ministerio, que supone el .Sr. Martos que es interino, ha resuelto los problemas más importantes y más difíciles, que sólo se encomiendan y que sólo pueden resolverlos grandes Gobiernos y los Ministerios importantes.

He de atribuir, y con mucho gusto atribuyo al señor Martos, y creo que le atribuirán sin duda todos los Sres. Diputados, los más nobles sentimientos, los más generosos propósitos al presentar la proposición que con su envidiable y habitual elocuencia ha defendido esta tarde; pero los hechos, Sr., Martos, contra la voluntad de S.S., desmienten un poco sus propósitos, porque, S.S. con su conducta, en la manera de presentar la proposición, ha venido, sin quererlo, a empequeñecer la magnitud de la empresa que trata de realizar, y a convertir, no ya en una cuestión de partido, sino en una cuestión de grupo, y aún pudiera decirse de familia, lo que no puede ser más que cuestión nacional, por ser una cuestión esencialmente gubernamental. (El Sr. Martos: ¿Cómo de familia? No lo entiendo). Yo se lo explicaré a S.S. (El Sr. Martos: Muchas gracias por adelantado). No hay de qué darlas, señor Martos, porque yo estoy siempre dispuesto a servir con mucho gusto a S.S.

Firman esta proposición exclusivamente el señor Martos y sus amigos, sin que yo sepa que ni el señor Martos ni sus amigos se hayan tomado el trabajo de consultar sobre asunto tan importante a las demás fracciones de la Cámara, ni siquiera pedirles el apoyo para realizar más fácilmente su propósito.

Pues: yo declaro que empresa tan grande es difícil de realizar con medios tan pequeños. Porque, ¿qué se proponen el Sr. Martos y sus amigos con la presentación de esta proposición de la manera como lo han hecho, con ese exclusivismo? ¿Es que se proponía S.S. convertir en una cuestión, no de partido, sino de grupo, la cuestión de la amnistía? ¿Es que S.S. quería convertir un acto que debe ser grande, solemne, de la Nación española, personificada en su augusto representante el Rey, en una cuestión de conveniencia de S.S. y de su grupo?

Pues declaro que S.S. y sus amigos han errado de todo en todo el camino, porque no conozco nada más contrario a la consecución de la amnistía, que convertiría en cuestión de partido y hacerla patrimonio exclusivo de S.S. y de sus amigos. (El Sr. Cuartero: ¿Pero no se le entrega al Gobierno como bandera?). Esto revela que SS. SS. no han estado acertados. (El Sr. Cuartero: Eso revela que no miramos las cosas con un criterio tan estrecho como S.S. las mira. -Rumores).

Como se trata de una medida de trascendencia tan grande, era necesario despojarla desde los primeros momentos de todo carácter político, para que un acto que debe ser de carácter nacional no [6728] quede empañado por la más ligera sospecha de exclusivismo.

El Gobierno hace tiempo que venía pensando acerca del asunto de la amnistía, y ¿por qué no decirlo? impulsado por los sentimientos generosos de S. M. la Reina, que desea ardientemente que llegue pronto el día en que no haya expatriados, que no haya españoles que no puedan vivir en la Patria al amparo de sus leyes y bajo la protección de las institucionales (Aprobación); pero el Gobierno no se ha atrevido todavía a tomar semejante resolución sin pulsar antes la opinión y sin recibir informes de todos los partidos. Y que el Gobierno venía ocupándose en esa tarea hace tiempo, lo pueden demostrar casi todos los grupos de la Cámara, entre ellos los republicanos, que más de una vez en comisión han ido a verme con la proposición redactada, pero diciéndome: "nosotros sabemos que podemos conquistar alguna popularidad presentando y defendiendo la proposición; pero como no es ese nuestro objeto, sino conseguir la amnistía (Muy bien, muy bien), y la amnistía no la conseguiremos si el Gobierno no nos apoya o se opone a ella, nosotros esperamos que el Gobierno en su día, y cuando lo tenga por conveniente, lo proponga a las Cortes, rogando que esto suceda cuanto antes".

Yo entonces les dije que no necesitaban discutir su proposición aquí, porque el Gobierno estaba deseoso de que llegara el día de poderlo proponer, y que el pensamiento del Gobierno era coronar su política con el acto generoso de la amnistía. (El Sr. Muro: Muy bien; pero eso no llega nunca). No llega tan pronto como S.S. desea, pero sin culpa nuestra. (El Sr. Azcárate: ¿Vamos a las elecciones sin amnistía? Ésta es mi pregunta). Puedo decir a S.S. que mi pensamiento no era ni es ir a las elecciones sin amnistía; que yo tenía y tengo la idea de que las Cortes han de durar su vida legal, que terminaría, después de los grandiosos actos políticos que han realizado, con el acto generoso de la clemencia y del perdón para todos los españoles. (Muy bien. -El Sr. Barón de Sangarrén: ¿Por qué no se ha concedido ya la amnistía? -Rumores).

Éste era y sigue siendo el pensamiento del Gobierno, y así lo ha manifestado al Sr. López Domínguez, que también ha hablado con el Gobierno varias veces de este asunto, y al Sr. Castelar, que más de una, muchas veces, me ha hablado también de la necesidad y de la conveniencia de la amnistía. (El señor Castelar: Pido la palabra para alusiones personales). Ya ve el Sr. Martos cómo la cuestión de amnistía no es bandera exclusiva de S.S., ni puede ser bandera de un partido político, y por consiguiente, que no tenía que entregar era bandera al Gobierno para que la recoja, porque de antemano la tiene éste recogida y viene haciendo algunos trabajos que cree necesarios, porque se trata de un acto trascendental, para escoger el momento oportuno de llevarla a cabo. ¿Es que el Sr. Martos sabía esto? Pues entonces, ¿por qué se ha adelantado con su proposición? ¿Es que lo ignoraba? Pues entonces, ¿por qué no se ha tomado el trabajo, que no han excusado otras oposiciones, de consultar al Gobierno y a las otras oposiciones sobre este punto? ¡Bien merecía empresa tan grande, y tan bien defendida por S.S. con su elocuentísima palabra, bien merecía esta empresa, en bien de la empresa misma, no por S.S., que consultara hasta con sus mayores adversarios!

El Gobierno, pues, no ha creído hasta ahora conveniente proponer la amnistía a las Cortes; que si lo hubiera creído conveniente, habría tenido buen cuidado de que no se le anticipara nadie en esta tarea, siquiera fuese un hombre político tan importante y tan ilustre Diputado como el Sr. Martos. El Gobierno propondrá la amnistía cuando y como las circunstancias se lo aconsejen, y se lo exija su deber, porque todas las amnistías son verdaderas cuestiones políticas; pero ésta, por los antecedentes y situación que atravesamos, es más política que ninguna otra, y en tal concepto corresponde esencialmente a la iniciativa del Gobierno, que está dispuesto a tomarla y continua en esas disposiciones para cuando lo juzgue conveniente. Y como la dirección de la política incumbe principalmente al Gobierno, pide al Congreso, una vez que no sólo no se niega a que la amnistía sea un hecho, sino que esta a coronar su política con ese acto, la libertad necesaria para escoger los términos de la amnistía y la oportunidad de la presentación del proyecto de ley a estas Cortes, que, como he dicho, han realizado tantos actos políticos de importancia, para que los coronen con ese acto de clemencia y de generosidad que se llama la amnistía.

Y como es tarde y han pasado las horas de Reglamento, y he prometido a la Presidencia no traspasar ese límite, concluyo, Sres. Diputados, pidiéndoos perdón por el tiempo que os he molestado. (El señor Cánovas del Castillo pide la palabra para alusiones personales). [6729]



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